La humanidad no anda muy feliz por estos días. La incertidumbre y la preocupación son los compañeros de nuestra cotidianidad. En algunos casos, los problemas personales se han mezclado con los problemas laborales para crear una gran bomba emocional que al estallar ha provocado alteraciones en la salud física, depresión o incluso violencia. En otros casos, esta amalgama de problemas está provocando pequeños y constantes estallidos, creando ambientes difíciles de manejar tanto en la vida personal como en la vida profesional. En esta última, los motivos para experimentar sentimientos negativos están a la orden del día, es muy común enfrentar recortes presupuestarios, despidos de personal y cambios en los departamentos. Bajo toda la presión que provoca este tipo de situaciones, puede resultar cada vez más difícil dominar las emociones; sin embargo, es precisamente en estos momentos cuando es más importante saber controlarlas. 

Después de todo, si las organizaciones se ven obligadas a hacer recortes de personal, van a optar por mantener a aquellas personas que pueden trabajar mejor bajo presión, que saben manejarse emocionalmente y que pueden sumar en circunstancias difíciles. De igual manera, aquellas pocas empresas que se encuentren haciendo nuevas contrataciones se van a asegurar de que las habilidades blandas como la resiliencia, la solidaridad o la proactividad sean características que primen en sus nuevos colaboradores. No hay opción, debemos aprender a manejar nuestras emociones antes de que ellas nos dominen. Si nos dejamos arrastrar por ellas, podríamos condenar nuestro futuro. No importa cuál sea la situación, siempre somos libres de elegir cómo reaccionar, depende de nosotros y de nadie más. 

Todos estamos enfrentando alguna situación estresante: tu emprendimiento está a punto de morir…si no murió ya y estás buscando desesperadamente un empleo; ese proyecto que estabas liderando se canceló después de semanas de arduo trabajo; los clientes se encuentran -también- con la sensibilidad a flor de piel y te critican injustamente; ves que algunos de tus compañeros más cercanos han sido despedidos repentinamente; o tu jefe te asigna más trabajo y te sientes sobrecargado. Todas estas situaciones son desencadenantes del estrés que viene acompañado de un cúmulo de emociones negativas con sus consecuentes reacciones, si estas se manifiestan en el el ámbito laboral podrían dañar tu reputación profesional -y marca personal- y alterar la productividad.

Aunque resulte difícil reconocerlo, las emociones tienen una gran influencia en el funcionamiento de las organizaciones. Los sentimientos como: alegría, entusiasmo, compasión u optimismo tiene un efecto positivo en el rendimiento, las personas que las comparten se encuentran motivadas, son cooperativos y trabajan en equipo. En el otro extremo, la ira, la irritabilidad, la frustración o la preocupación disminuye la efectividad, el compromiso y la motivación. En ambos casos es importante saber reconocerlas y elegir las reacciones más adecuadas. La respuesta a las emociones sean positivas o negativas dependen de cada uno.

En las circunstancias actuales, la influencia de las emociones negativas están siendo más evidentes que la de las emociones positivas, y si las personas -o empresas- quieren recuperar su bienestar y productividad es necesario identificarlas y aprender a manejarlas. Revisemos las más frecuentes y armemos una estrategia para no dejarnos arrastrar por ellas:

Preocupación

El miedo y la ansiedad que conlleva la falta de empleo o el creciente número de despidos nos conducen al sentimiento más extendido en nuestra sociedad: la preocupación. Si lo permitimos, la preocupación puede salirse de control, provocando nerviosismo y finalmente puede afectar no solo la salud mental, sino también la productividad y la predisposición para continuar trabajando.

¿Qué hacer?

Evitar los lugares donde solo se comenten problemas o noticias negativas. Preocuparse tiende a generar ansiedad y más preocupación, y esto no es bueno para nadie.

Concéntrate en cómo mejorar la situación, por ejemplo, si temes por tu puesto de trabajo, presentar reacciones negativas no te ayudará a conservar el trabajo. Podrías pensar mejor en cómo ofrecer una opción distinta para alcanzar algún objetivo importante, demostrando tu fortaleza mental y tu valía para la empresa. 

Si son muchos los problemas que te causan preocupación, haz una lista escrita de ellos y vacía tu cabeza. Luego tómate un tiempo para analizarlos uno por uno, identifica sus riesgos, toma las medidas necesarias para mitigarlos, posiblemente encontrarás la solución para algunos de ellos. La preocupación y el nerviosismo pueden afectar a la autoconfianza, la autodeterminación y la asertividad. 

Ansiedad

A la preocupación constante se le suma el miedo intenso y continuo para convertirse en ansiedad. Cuando varias personas se ven visiblemente afectadas contagian este sentimiento a otros, el nivel de estrés se incrementa provocando un ambiente de trabajo negativo.

¿Qué hacer?

Identificar qué la produce y evaluar si tenemos control sobre las causas o podemos hacerle frente con los recursos disponibles.

Establecer rutinas diarias y constantes, cuando sea posible, estimula la seguridad y el sentido de control.

Frustración

La frustración es esa sensación de incapacidad de avanzar, de estar atrapado, de no encontrar la solución a los problemas. Independientemente del motivo que la desencadene, se debe controlar rápidamente porque pueden conducir fácilmente a la irritación y posteriormente a emociones más negativas como la ira.

¿Qué hacer?

Cuando aparezca hay que detenerse -mentalmente- y observar la situación. Pregúntate por qué te sientes frustrado, encuentra la razón específica que ha gatillo esta emoción. Luego, trata de identificar lo positivo de la situación. Hay que recordar que todas las situaciones no son totalmente buenas o totalmente malas. Encontrar el lado positivo puede mejorar el estado de ánimo e incluso puede permitir encontrar esa solución tan anhelada. Si aparece la irritación y peor aún la ira, recuerda que estos sentimientos no hacen nada bueno por uno y menos ayudan a resolver los problemas.

Ira 

Esta emoción es la más destructiva y es la que la mayoría de personas no sabemos manejar muy bien. Fuera de control podría causar daños irreparables en la reputación de cualquiera en su lugar de trabajo.

¿Qué hacer?

Su control en etapas tempranas es clave, se debe estar atento y detener cualquier signo de enojo porque estos son la chispa que la enciende. Si comienzas a enojarte, deja de hacer lo que estás haciendo: cierra los ojos y respira profundamente. Esto interrumpe los pensamientos que alimentan el enojo y ayuda a conseguir una visión más positiva de la situación. Hay que estar consciente de que aunque el primer instinto de cualquier persona – frente a situaciones negativas, demandantes o injustas- sea enojarse no significa que esta sea la respuesta correcta.

Decepción 

La forma como los entes del gobierno y del sector productivo han enfrentado la crisis sanitaria actual han provocado sentimientos de decepción de mayor o menor intensidad.

De todas las emociones que se pueden experimentar en el ámbito laboral, esta es la que más afecta directamente a la productividad. La decepción provoca una baja de energía, desencadena el miedo, ataca a la motivación y finalmente impide cumplir con los objetivos.

¿Qué hacer?

Debemos ser proactivos para hacer frente a esta emoción: aceptar la situación tal como es, y ser realista en el sentido de que las cosas no siempre son como uno quiere es la mejor manera de no sentirse decepcionado. Si piensas que todo se ha trastornado y que tus objetivo no se han cumplido,  no permitas que ese tipo de pensamiento te domine. El retraso no significa que los objetivos se han vuelto inalcanzables, solo significa que hay que hacer cambios, mover fechas, replantearse las tácticas.

Los seres humanos somos criaturas emocionales. A diferencia de los animales, experimentamos una amplia gama de emociones por lo que nos es difícil no serlo. En general la emociones no son ni buenas ni malas, el problema está en el manejo de las reacciones que desencadenan. Actualmente, el control de las emociones es una habilidad muy valorada, en la medida que se la domine es señal de más o menos profesionalismo. 

La circunstancias son las que son, todos tenemos que lidiar con las emociones negativas en el trabajo, aprender a manejarlas ahora es más importante que nunca. Después de todo, la pandemia de emociones negativas puede extenderse y nadie quiere estar cerca de una persona que agrega más estrés y preocupación al grupo de trabajo. Cada uno debemos hacer un trabajo individual: reconocer las causa de nuestras emociones negativas y cuáles son las más recurrentes en nosotros. De esta manera, cuando ellas aparezcan, podemos poner en marcha nuestras estrategias para detener su ciclo. Si no lo hacemos así y si dejamos pasar el tiempo, será más difícil alejarse de los pensamientos negativos y controlarlos. El mal manejo de este tipo de emociones puede llevar a las personas a un punto de ruptura irreversible. Las emociones negativas son tan contagiosas que para las empresas puede significar una caída drástica de la productividad, por lo que deben darles la justa importancia, saber detectarlas y ayudar a los colaboradores a manejarlas. 

El útimo consejo y quizás el más sencillo: para enfrentar ese cúmulo de emociones grises que por momentos todos llevamos, ¡Sonríe! Aunque te forces a sonreír y solo te salga una mueca, por extraño que te parezca, el solo hecho de intentarlo ya es una medida que nos protege del embate de las emociones negativas, y que además nos conecta con el resto de personas para no sentirnos solos en la lucha. ¡Pruébalo!, vas a sorprenderte…si no estás seguro de querer hacerlo, recuerda las palabras del escritor italiano Fabrizio Caramagna, “La sonrisa permite respirar al alma”. 

Referencias

CDC. (2020) Employees: How to Cope with Job Stress and Build Resilience During the COVID-19 Pandemic. Recuperado de: https://www.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/community/mental-health-non-healthcare.html

Smith, K.  (2020) Work Anxiety: 10 Tips to Manage Anxiety at Work. Recuperado de: https://www.psycom.net/10-ways-manage-anxiety-work

Stange, J. (2020). Emotions in the Workplace: How to Deal With Emotions at Work. Recuperado de: https://www.quantumworkplace.com/future-of-work/emotions-in-the-workplace-how-to-deal-with-emotions-at-work

Trougakos, J. P., Chawla, N., & McCarthy, J. M. (2020). Working in a pandemic: Exploring the impact of COVID-19 health anxiety on work, family, and health outcomes. Journal of Applied Psychology, 105(11), p.1234-1245. http://dx.doi.org/10.1037/apl0000739